domingo, 18 de diciembre de 2011

encerrados y sometidos a una fuerza que, por ser de seguridad, prioriza ésta antes que el respeto por los derechos humanos


 

La cárcel es una institución total – en términos sociológicos-en la que conviven los presos y los custodios, con un equilibrio que con demasiada frecuencia es muy precario y cuyos desequilibrios suelen ser letales.


 

El detenido – procesado o condenado - queda bajo la custodia de una fuerza de seguridad: el Servicio

Penitenciario. Institución que corre con el peso de contener a los presos sin molestar a los jueces y evitar cualquier desborde que afecte al sistema político y evidencie el abandono que el Estado tiene con respecto a la cárcel.

Si la cárcel no es para castigo, los sometidos en ella deberían poder gozar de una estancia apacible hasta el juicio o cumplimiento de su condena. El Estado debería proveerles de las herramientas necesarias para que el detenido pueda "resocializarse", es decir, desarrollarse como persona de forma tal que al recuperar la libertad pueda sentir que él también tiene la posibilidad de vivir de otra manera. Ésa debería ser la meta. Pero estamos muy lejos de eso. Mientras el sistema judicial y político se desentienda de sus detenidos y no evite la opresión a la que son expuestos los presos de un penal, encerrados y sometidos a una fuerza que, por ser de seguridad, prioriza ésta antes que el respeto por los derechos humanos.


 

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